Lo grandioso de lo pequeño

Muchas veces achicarse se ve como un retroceso; o algo chico parece no tener importancia. Pero también eso de escazas dimensiones puede ser más profundo, llegar más lejos, acumular más fuerza y dejar una marca. En el ámbito del desarrollo territorial, enfocarnos en acciones puntuales y atacar esos pequeños dolores de la comunidad resulta fundamental para poner en marcha el motor en busca del buen vivir. No importa si parecen aisladas y con poca incidencia; si esas actividades se mueven por una solución real es importante llevarlas a cabo. En los detalles mínimos y casi imperceptibles está la fuerza de los grandes logros.

Los grandes planes, fastuosos objetivos y ostentosas estrategias, muchas veces con resultados poco visibles, cansan. Agotan. Nuevas palabras, nuevos conceptos, presentaciones, exposiciones, sociabilización, encuentros, proyectores, afiches… cansan. Queremos soluciones. Acá está el punto, dedicarle nuestra energía a solucionar problemas concretos, del día a día. Esas situaciones que la comunidad sufre en su cotidianeidad tienen que ser nuestra obsesión. Hablar (o escribir) sobre ciudades inteligentes quedan en un horizonte muy lejano si no se arreglan grietas que ni siquiera nos dejan ponernos de pie y respirar con cierta tranquilidad.

Siempre hay contextos y momentos. Cada territorio vibra de manera particular. Pero en general, lo que necesitamos es mejorar condiciones, generar nuevos espacios… Y esto requiere, siempre, una buena dosis de sensibilidad por las pequeñas pasiones. Así como la maravilla del atardecer, se nos pasan eventos sin darnos cuenta. Son acontecimientos (y sentimientos) cotidianos, comunes, y que normalizamos. Lo general nos tapa mucho de lo particular.

Descubrir los minúsculos movimientos que originan la ola. Ese es un reto clave. Y nunca quedarse solo en el hallazgo. Provocar un otro encadenamiento virtuoso. Estimular diminutas fuentes de energía. Las grandes transformaciones no nacieron grandes. Todo lo enorme del universo vive gracias a las pequeñas conexiones que lo componen. Con nuestras acciones más simples y cotidianas vamos creando el ecosistema del que luego nos quejamos y queremos cambiar. Advertir la importancia de movimientos mínimos, concretos y puntuales puede darnos claridad. Talvez sacar un poco el ojo de los resultados esperados. No ir tan allá. Estar y vivir más acá. Valorar los pequeños momentos, combatir pequeñas injusticias, disfrutar pequeños placeres, sentirlo todo, por más pequeño que sea.